Monreal JI. Responsabilidad del profesional del laboratorio clínico. SEQC. Ed Cont Lab Clín; 13: 70-79
Introducción
La actividad del Laboratorio Clínico está consolidada, tecnificada, sometida a controles, que la hacen estable y de referencia. Su veteranía ha ido decantando modos de hacer definitivos que, tanto en rutina como en urgencia, en el laboratorio central o a la cabecera, alcanzan la máxima información y rigor, con plena seguridad para los demandantes de pruebas. Esta firmeza técnica se adapta en la práctica a las necesidades de nueva información, diseñando y evaluando pruebas que mejoran día a día la atención clínica.
Evidentemente, este párrafo, que puede servir para vender nuestro producto, está escrito para provocar a los que trabajamos en Servicios de análisis. En verdad, así podría ser nuestra profesión, pero la realidad deja grietas que hay que reparar. Las funciones habituales que configuran en mayor o menor grado nuestros laboratorios (asistencia, docencia, investigación y gestión) no se alcanzan plenamente y los equipos de trabajo pocas veces pueden dar la cobertura que necesitan los facultativos con asistencia directa, por falta de iniciativa, exigencia formativa y de actualización, etc.
Paulatinamente, algunos temas surgen en las especialidades como soplos de aire que renuevan lo que la rutina vuelve gris, mueven la hojarasca y nos empujan. Así sucede con la utilización intra-laboratorio de los elementos de gestión económica, la dirección de recursos humanos, los principios éticos y la propia responsabilidad profesional. Con el devenir del tiempo, pasan a delimitar el sendero y a establecerse como objetivos o retos que aúnan los intereses de quienes comparten la actividad.
El simple planteamiento de la propia responsabilidad denota madurez y reflexión. Se trata de una atmósfera que envuelve el trabajo, con muy pocas coordenadas establecidas y aceptadas. La mayor parte de la responsabilidad de la profesión tiene límites indefinidos, interpretables y muy personales. No se puede descargar, por ejemplo, en los principiantes el peso de todos sus actos y decisiones, dada su insuficiente preparación y, tal vez, la necesidad de haber andado antes de descubrir las exigencias que esto desencadena. La responsabilidad individual es débil en las fases iniciales del ejercicio profesional, quedando depositada en el formador que instruye, supervisa y asume prudentemente los resultados propios y/o de su pupilo. Si el alumno es autodidacta, sería un irresponsable si pretende alcanzar la madurez ejercitando sin preparación las actividades que aprende o aprendiendo directamente de lo que ejercita.
Parece más adecuado, aprender sin riesgos, con red y con un monitor cercano. Sin embargo, su irresponsabilidad no le resta culpa si es dueño de sus decisiones. La curva de aprendizaje es un buen exponente de esta situación. En las profesiones más técnicas (sirve el argumento para algunas especialidades quirúrgicas, por ejemplo), donde haciendo se aprende a hacer, la curva es muy visible y descansa en la confianza de que el alumno sea despejado y aprenda pronto, porque sólo cabe el aprendizaje con fuego real.
En las organizaciones o colectivos, la asunción de responsabilidad crece gradualmente y se escalona de acuerdo a la posición que cada uno ocupa en el organigrama del Servicio. En estas estructuras, la delegación de funciones se acompaña del traslado de responsabilidad, si bien no exime al superior de la última palabra y de la última explicación de las decisiones delegadas a sus subordinados…….………